“Yo no soy escritor, yo soy creador”, afirma Oswaldo. Explica que el escritor es una persona que domina el lenguaje tanto escrito como práctico. El lenguaje le sirve a este para comunicar. Y que esa connotación puede darle la forma de novela, cuento, poesía, artículo periodístico o de crónica.

"El creador no comunica, no usa el lenguaje para comunicar. Él usa la palabra, la imagen y la estructura en forma poética para estimular en el lector sentimientos de belleza y de ética que lo lleven a tener una consciencia de lo que él es en la sociedad".

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El reloj de la Estación de los Desamparados aún no funciona, las agujas están intactas, y los números romanos, no hay quién los apunte. Dos efigies colocan sus brazos sobre él. Una vez dentro de la Casa de la Literatura, se desciende por los versos de la poetisa Carmen Ollé. Se rodea un espacio rectangular, es la biblioteca que lleva el nombre de nuestro único premio nobel. 

La vigorosidad es un prejuicio al que ya está acostumbrado. No hay signos de un ser endeble en sus palabras y en su mirada. Mucho menos en su pluma.

Oswaldo está de espaldas y sentado. Las firmas vienen y van. El escritor se asombra con una edición de “Los inocentes” de 1961. Confiesa que ni él tiene aquel libro naranjamarrón. Un nervioso admirador, frotándose las manos, le aclara que le costó más de 100 soles y que lo compró por internet. De seguro el cabello cano encontró una contradicción en sus pensamientos.

Parece un lector más, sin embargo, se distingue. Si no fuera por esa cabellera blanquecina y mostaza que resalta y llama la atención. La gente pululando y murmurando afirman que el hombre que escribió “En octubre no hay milagros” se encuentra sentado como cualquier mortal, conversando con improvisados personajes que quieren una charla de algunos segundos, minutos, o tal vez horas. Es un hombre de 84 años, ha vivido intensamente, ha escrito demasiado. Una incipiente tertulia ha comenzado.

PRIMERA EDICIÓN DE LA NOVELA. (LA EDITORIAL WUAMAN PUMA FUE CREADA POR OSWALDO REYNOSO)

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Si bien la obra tiene por título “En octubre no hay milagros”, como reiterando la idea de que estos deseos concebidos por alguna deidad son leyendas. Para el autor esta obra sí le ha hecho milagros y suelta una ligera risa mientras lo dice. Su prodigio es que tiene lectores y tiene actualidad en el Perú, donde se lee mucho pero se lee lo que no se debería leer. 

Hay dudas sobre el tema fundamental de esta obra. Cuenta que en Roma ya salió una nueva edición, y que iba a viajar, pero por determinadas circunstancias no pudo. Un periodista del diario romano “La Repubblica” le envió una serie de preguntas, y una de ellas era sobre aquel asunto.

El problema fundamental en la novela es el poder. Y está expresado en varias formas. Hay un personaje homosexual que es casi dueño del Perú. Y que utiliza el dominio para satisfacer sus apetencias sexuales con un joven pobre y miserable de La Victoria. A tal punto de utilizarlo como un jabón.

A Oswaldo se le ocurre una pregunta: “¿Todos los homosexuales son así?” Y responde que no. Todos dicen que los heterosexuales son diferentes, pero cuando se habla de los homosexuales solo se tiene una figura. La relación homosexual Tito-Don Manuel en la obra no es la única.

Hay otra, pero que solo se llega a conocer si se lee bien. Es un vínculo entre el profesor y Miguel. No obstante, para desdicha del novelista, el público lector sumergido en un estereotipo, solo se fija en la relación homosexual de poder y no en la relación homosexual de amor.

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La obra fue incinerada por intolerancia en plena procesión. La quemaron personas fanáticas que creían en los milagros y que creían que el escrito era una ofensa. Lo que sorprende al autor es que hace unos años se enteró de que se hacía repasar este libro a alumnos de colegios religiosos.

El escritor se dirigió donde una madre directora y le demostró que aquella era una novela que estaba siendo atacada por la iglesia. La señora le negó que fuera así y que precisamente, había que aclarar puntos en su novela. Le dijo que en esos momentos había un problema de interferencia de sectas evangélicas y que estas iban en contra de la adoración de imágenes.

La directora le explicó que lo que había escrito en su novela no era verdaderamente un culto religioso, es decir, no atentaba contra una imagen. Y que eso le enseñaba a sus alumnos para que posteriormente sepan distinguir un culto dentro de los parámetros más elevados de la Iglesia Católica. Oswaldo, aceptó tal vez, un tipo de disculpas aquella vez. 

LOS DATOS:

Los días 22 y 23 de octubre se estará realizando el coloquio internacional En octubre no hay milagros. 50 años después. En el auditorio de la Casa de la Literatura Peruana (Jr. Áncash 207, Centro Histórico de Lima).

El ingreso al evento es libre.